Ya hemos hecho
referencia en la introducción a Alí, nuestro amigo iraquí en Ammán. Gracias a
él a su hospitalidad y a su dinamismo juvenil, disfrutamos de la ciudad con la
comodidad de ser guiados por alguien que la conoce bien.
Como en Pafos, la
visita a Ammán ha tenido dos partes, de llegada y de salida de Jordania, con el
paréntesis del traslado a Petra y al desierto de Wadi Rum.
El primer día
fuimos de excursión al Castillo de Ajlun y las ruinas romanas de Jerash.
A la vuelta de
Petra, dos días más, visitamos propiamente la ciudad de Ammán, el Museo
Arqueológico, la Ciudadela y el Teatro Romano, e hicimos la excursión al sur,
Madaba y el Mar Muerto.
Aljún fue el único castillo que pudimos
visitar en nuestro viaje, y no es un castillo de los cruzados sino de defensa
contra los cruzados. Su primera construcción se remonta al siglo XII, ampliado
y destruido varias veces a lo largo de la historia. Está a 1250 metros sobre el
nivel del mar y tiene una buena posición estratégica sobre el valle del Jordán
y tres wadis que conducen a él. A
nosotros nos sorprendió el paisaje de olivos que nos recordaba inexorablemente
a los campos de Jaén, en Andalucía. Para los jordanos, el norte del país es una
zona lluviosa y con un paisaje agrícola en comparación al sur desértico.
Puertas de
entrada, pasillos y corredores, salones, despensas y mazmorras, torres y
terrazas, y un pequeño museo con jarrones, mosaicos y granadas de mano
medievales completan una interesante visita.
De vuelta, Jerash, claro, una de las maravillas
imprescindibles de Jordania. Quizás son las ruinas mejor conservadas y más
espectaculares de todo el mundo romano.
Se accede al
yacimiento por el magnífico Arco de
Adriano, de 13 m de altura. Tras él, avanzamos y a la izquierda dejamos el Hipódromo, hasta llegar a la Puerta Sur y, desde allí al Foro. Es una inmensa plaza ovalada
rodeada por 56 columnas jónicas. Seguimos por el Cardus Máximus, dejando a la izquierda el Ágora, hasta llegar al Tetrápilo
Sur una especie de “rotonda” romana para ordenar el tráfico intenso de la
ciudad. Continuamos por el Cardus y vemos a la izquierda un monumental Ninfeo y el Propileo, la entrada a la zona de templos.
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Puerta de Adriano |
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Hipódromo |
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Puerta Sur |
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Foro |
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Cardus Maximus |
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Propileus |
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Ninfeo | | |
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Tetrápilo Sur |
En esta zona, ya
de vuelta, de norte a sur, el “pequeño” Teatro
Norte, con capacidad para 2000 personas; el maravilloso Templo de Artemisa revestido de mármol
con 12 (11 aún en pie) columnas corintias; restos de iglesias, sinagogas y
casas posteriores; al final del recorrido llegamos al Templo de Zeus con columnas de 15 m de alto, y el Teatro Sur, con una capacidad para 5000
espectadores.
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Teatro Norte |
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Templo de Artemisa |
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Teatro Sur |
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Escena del Teatro Sur |
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Templo de Zeus |
La visita a Ammán
la empezamos por el Museo Arqueológico,
un moderno edificio con todas las técnicas expositivas actuales. Es un repaso a
todas las épocas pre-históricas e históricas del país con algunas muestras
destacables: los maniquíes de yeso de
Aín Ghazal, de 9.500 años de antigüedad, posiblemente las mas antiguas
esculturas humanas que se conocen. Hay también una buena cantidad de restos y
esculturas de la época romana, pero la otra “joya” del museo son la parte
jordana de los Manuscritos del Mar
Muerto.
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Maniquíes de Aín Ghazal |
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Letrero a la entrada del departamento de los Manuscritos del Mar Muerto |
Cuando visitamos
el Museo, en la parte superior había una exposición temporal sobre la Historia de la Ciencia. Maravillosa.
Con un enfoque didáctico los científicos y sabios de todo el mundo musulmán nos
explicaban, interactuando con los visitantes, sus descubrimientos e inventos.
Particularmente nos sorprendió la abundante presencia de personales de Al
Andalús, de nuestra propia historia, y también la de muchas sabias y científicas,
mujeres con su contribución a la Ciencia.
La siguiente
parada fue la Ciudadela, en la
colina más alta de la ciudad, con magníficas vistas a las abigarradas y blancas
laderas de la extensa Ammán (Alí nos habló de las ordenanzas municipales de la
construcción para preservar esa “blancura” luminosa de las viviendas). En la
Ciudadela destacan los restos del Templo
de Hércules con dos gigantescas columnas como emblema y del Palacio Omeya, con un bien conservada y
restaurada (la cúpula, por arqueológos españoles) Sala de Audiencias en un extremo.
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Vista de la "ciudad blanca" de Ammán |
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Templo de Hércules |
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Sala de Audiencias del Palacio de los Omeya |
La “joya”
monumental de Ammán es el Teatro Romano.
En pleno centro de la ciudad, bullicioso y mercantil, el espacio del Teatro nos
pareció abierto a los ciudadanos jordanos que, en familia o en grupos amicales,
lo disfrutan hasta la puesta de sol como un lugar de recreo. El Teatro, al
estilo griego en la ladera de la colina, tiene una capacidad para 6000
personas. Probablemente data del siglo II d.C y, aunque la reconstrucción de
finales del s. XX no es muy ortodoxa, el resultado es espectacular.
El último día de
estancia en Ammán, volvimos a salir fuera, de excursión, a Madaba y el Mar
Muerto.
Con Alí al
volante y con Courtney, una joven australiana que Alí también unió a nuestro
recorrido, llegamos a Madaba, una
ciudad “diferente” en Jordania porque tiene una importante comunidad cristiana.
El ambiente de la ciudad es muy agradable, al menos la zona por la que
circulamos, con calles anchas y muchos comercios, restaurantes y servicios, con
un aspecto mucho mas occidental.
Nos dirigimos
directamente a la Iglesia de San Jorge
que es un pequeño edificio del s. XIX, con un jardín delantero y zona de
acogida a los turistas, con tienda de recuerdos incluida. La “joya” de esta
iglesia es, claro, el mosaico frente al altar mayor, con el mapa más antigo de
Palestina que se conoce. Es del año 560 y describe los principales lugares
bíblicos desde Egipto a Palestina, con muchos detalles (peces en el río Jordan,
vegetación, casas y edificios de las ciudades) preciosos.
Desde allí
llegamos al Monte Nebo (donde según
la tradición Moisés divisó la Tierra Prometida) pero no paramos allí. A partir
de ahí, el descenso vertiginoso a la depresión del Mar Muerto, rodeado por
laderas desérticas y recodos donde los nómadas han establecido sus campamentos.
Cuando se llega
al Mar Muerto se hace por la
estrecha franja del Valle del Jordán que pertenece a Jordania. Viendo su
vegetación y sus regadíos entiendes las disputas políticas (expansionistas) del
estado de Israel. Alí nos contrató la estancia en el balneario de Ammán Beach,
con la playa, piscinas, duchas y vestuarios, y comida por un precio muy
ajustado. No era lujoso, pero nosotros tampoco lo queríamos, sino un sitio
agradable, con familias Jordanas pasando el día, autobuses de turistas que
paraban en el restaurante, donde pasamos el día más relajado de todo nuestro
viaje. La playa, con duchas también, es una zona donde es fácil encontrar los
barros con propiedades dermatológicas y, finalmente, “disfrutar” del agua
salada y la flotabilidad que nos puede jugar alguna mala pasada si perdemos el
equilibrio (!).
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