sábado, 1 de febrero de 2020

CONSIDERACIONES FINALES


Naturalmente recomendamos los viajes a Chipre y a Jordania para todos los interesados en conocer nuevas e interesantes culturas.
De todas formas, queremos anotar algunas cuestiones finales, ya muy subjetivas, porque están basadas en nuestra experiencia particular.
En primer lugar, las cuestiones socio-políticas.
En Chipre, por lo que hemos leído, visto y escuchado, la situación es muy complicada, y triste. La intención de la población mayoritaria greco-chipriota de ENOSIS (la unión con Grecia), la excesiva presencia de la Iglesia (ortodoxa), la Dictadura de los Coroneles griegos, el régimen pseudo-democràtico-militar turco, convergieron en un momento dado para “exagerar” las habituales “rencillas” entre las dos comunidades, y precipitaron la invasión turca (con la excusa de “defender” a los suyos) y la división de la isla. Después vinieron los desplazamientos hacia un lado y hacia otro, la “repoblación” con turcos de Anatolia de la zona turca,... el dolor. Recordamos el testimonio de una señora greco-chipriota de unos 40-50 años a la puerta de la Mezquita de Famagusta: “He venido a ver mi casa que abandoné cuando la partición”. Algunas de estas casas “ocupadas” y otras completamente abandonadas a un lado y otro de la “frontera”. ¿No hay solución para una reunificación pacífica y de convivencia enriquecedora? 
 
Pintada de ENOSIS, la unión de Chipre a Grecia
Banderas turcas en una casa de Nicosia

Banderas griegas en todas las iglesias de Chipre

Bandera gigante de la República Turca del Norte de Chipre en la montaña
 
Propaganda nacionalista turca en la carretera de Girne a Nicosia     

Quizás Jordania es el caso contrario. Un país con pocos recursos naturales (mayoritariamente, desierto), en una de las zonas más conflictivas del mundo, un gobierno moderado que ha “navegado” muchas veces en la indefinición quizá muy estudiada, ha conseguido ser el país más desarrollado de la zona, con uno de los niveles socio-económicos mejores del mundo árabe. La sociedad árabe es tradicionalmente permisiva (las comunidades cristianas de Madaba, por ejemplo, lo atestiguan) pero en los últimos años también ha ido abriendo su puerta (con todos los peros, pero abriéndolas) a los sucesivos éxodos de palestinos (actualmente la mayoría de la población), de iraquies y, últimamente, de sirios, huyendo de los conflictos en sus países respectivos. ¿Un buen ejemplo?
 
Por encima de todo esto, las sociedades de los dos países son mediterráneas, históricamente acogedoras con los visitantes. Esa es la sensación general que hemos tenido allí. Siempre hay “aprovechados”, en todos los sitios: la “clavada” en el Bar Karavella, junto a la estación de autobuses de Pafos, por un café con leche; o el sobrecoste de una botella de agua con gas en el chiringuito frente al Monasterio, en Petra. Pero eso son anécdotas que también nos pasan aquí en España, ¿no?
Preferimos quedarnos con el buen recuerdo del joven azerí del Hotel de Famagusta, Athena y Andreas en Nicosia, Koula, Kris y Thimoty en Pafos; los tenderos de la entrada de Gerass que nos curaron el pie accidentado en Ajlún, el adolescente del autobús de Wadi Rum a Ammán y, sobretodo, nuestro buen amigo Alí, claro, que nos “cuidó” tan bien y nos acogió en su casa.

Alí cura el pie herido con la ayuda de los tenderos en Gerass
 

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